Las dos miradas sobre el mundo que viene

PARA LA NACIONAbrumados por la infodemia, vale la pena detenernos un minuto a reflexionar si quizá no nos estamos tomando demasiado a la ligera las características estructurales de la vida que 7500 millones de personas supieron tener hasta finales del 2019 como para decretarla acabada de una vez y para siempre. La pregunta que no nos estamos haciendo es la siguiente: ¿estarán los seres humanos dispuestos a tirar por la borda el esfuerzo de milenios?

El mundo ha entrado en "modo catástrofe", y no es para menos. Todo luce en estado de destrucción total. La salud y la economía. Ya no nos quedan rupturas de la historia con las cuales comparar el momento actual. 

Al comienzo era la crisis financiera global de 2008/2009. Hoy parecería que no alcanza ni siquiera con combinar el efecto de la Segunda Guerra Mundial -que duró casi seis años y en la que murieron más de 50 millones de personas- o con la Gran Depresión de la década del 30, hasta ahora la mayor caída económica de la historia, cuyo impacto fue global y en algunos países se hizo sentir durante toda la década.

 

En la era digital, en la que la atención es uno de los bienes más escasos y volubles, ningún tema fue capaz de monopolizarla tanto y durante tanto tiempo como este. No hay otra cosa en la agenda de la vida actual que el coronavirus.

 

Sería iluso subestimar la huella y el legado que esta inédita e inesperada situación dejará sobre la psiquis y las conductas de las personas. El miedo vivido, sentido, cala hasta los huesos y deja marcas imborrables. Tanto el vital como el del sustento económico. La surrealista experiencia de una cuarentena global será recordada para siempre. Habrá libros, películas, series, cuadros, esculturas, obras de teatro y demás expresiones culturales que les recordarán este momento a las generaciones futuras.

Del mismo modo, también es iluso desconocer que toda proyección actual carga con un "sesgo de época", una subjetividad extrema y densa. No es fácil pensar lo impensable cuando se lo está viviendo. Así como se ha citado a Nassim Taleb con su famoso "cisne negro" para categorizar la pandemia, también es válido recordar que en el mismo libro, para darle sustento a su teoría, decía: "Tenemos el vicio de pensar que el mundo en que vivimos es más comprensible, más explicable y, por consiguiente, más predecible de lo que en realidad es. Lo sorprendente no es la magnitud de nuestros errores de predicción, sino la falta de conciencia que tenemos de ellos".

 

 

Con todos los recaudos del caso y la prudencia como guía, en Consultora W, junto con Almatrends, nuestro lab de tendencias globales, trabajamos en un informe al que llamamos "pausa activa" -un mundo detenido en el que está sucediendo de todo-, para intentar imaginar la vida que viene.

 

El primer emergente de ese trabajo es la detección de dos grandes corrientes de pensamiento. Por un lado la más extrema -"nada volverá a ser igual nunca más"-; por otro, una visión más moderada, pero no por ello carente de realismo y sustento tanto teórico como práctico que postula: "Muchas cosas cambiarán, esto es un proceso con distintas etapas, pero otras tantas cosas al final volverán a un lugar similar a aquel en el que estaban antes de que todo esto comenzara".

 

La resiliencia de la vida urbana

Si hablamos de la vida que los seres humanos del siglo XXI tenían hasta hace apenas unos meses, entonces tenemos que empezar por desgranar de qué estaba hecha esa vida. En 1900 apenas el 10% de la población mundial vivía en ciudades, unos 160 millones de personas. En 2007 ya lo hacía el 50% de la población global, es decir, unos 3250 millones de personas. Se preveía que en 2050 ese ratio ascendiera al 75%, nada menos que unos 7000 millones de personas. En la mirada más extrema se anuncia que la gente se alejará de las grandes urbes y volverá a una vida más rural, dado que las ciudades serán focos de contagio. El interrogante aquí es si es tan sencillo dar vuelta una tendencia tan profunda hacia la vida urbana que, evidentemente, buscamos y deseamos. Hoy, la agenda de la vida moderna se da en gran medida en las grandes ciudades. ¿Estamos seguros de que renunciaremos a eso? O tiene más sentido imaginar que, como plantea nuestro reporte de tendencias futuras, aprenderemos a ser urbanos de otro modo, viviendo y conviviendo en un nuevo "hábitat viral". Con nuevas reglas y nuevos hábitos, donde pasaremos del "distanciamiento social" obligado a un "distanciamiento prudencial" elegido, al menos mientras no exista la vacuna.

 

El estilo de vida que hoy está en debate y en jaque le costó siglos a la humanidad. Es un mundo basado en una de las mayores conquistas del ser humano como especie: la libertad individual. Sus valores se terminaron de forjar en el siglo XX, y la caída del muro de Berlín, en 1989, hizo que mucho de ellos se volvieran globales. Podemos definir esa vida que hoy sentimos amenazada -algo de lo que alertan intelectuales como Yuvar Harari o Byun Chul Han- a través de siete grandes pilares que fueron conquistas icónicas. La libertad de progresar en función del esfuerzo individual, capitalismo; la libertad de elegir los gobiernos según las preferencias personales, democracia; la libertad de adquirir bienes y servicios que hagan la vida más confortable, de acuerdo con el gusto propio, consumo masivo; la libertad femenina para hacer de su vida lo que le marcara su deseo o la invención de la pastilla anticonceptiva, inserción activa e igualitaria en el mundo del trabajo. También la libertad vital, con la duplicación de la expectativa de vida en un siglo -de 40 años en 1900 a 80 años actualmente- a partir de los avances de la ciencia y la salud preventiva; la libertad laboral, para poder trabajar de manera independiente, tecnología portátil y accesible -laptops y smartphones-; la libertad de expresión, comunicación, y traslado: internet, redes sociales y el viaje como un hecho accesible y no ya un lujo privativo de las elites.

Nuestra perspectiva es que el "estilo de vida siglo XXI" es demasiado potente y sólido como para que las sociedades acepten mansamente su desaparición. Muchos vivían esta vida, otros no podían, pero la anhelaban. Creemos que darán "la pelea" para procurar recuperar todo lo que se pueda, y que por ello hoy las cuarentenas están escondiendo dos metatensiones y siete tensiones que veremos aflorar en breve en gran parte del mundo. Hemos comprobado que el sistema que sostenía esa manera de vivir era más frágil de lo que pensábamos. La pandemia trajo transparencia. Todo quedó a la vista de todos. Y eso nos dejará un gran aprendizaje, muy valioso en su progresivo rearmado.

 

Parados a hoy, no podemos obviar que China está volviendo a cierto grado de normalidad, tanto social como económica, más rápido de lo que se preveía. O que Suecia se transformó en un caso de estudio. A contramano de la mayoría, siguieron con su vida casi "normal" durante todo el proceso y Estocolmo no es hoy tan distinta de lo que era el año pasado. China y Suecia quedan "lejos". Tal vez ahora que comienzan a levantarse las cuarentenas en países como España, Italia, Alemania y Nueva Zelanda veamos desde más "cerca" que el estilo de vida siglo XXI era bastante más resiliente de lo que hoy podemos suponer. Está claro que el poder adquisitivo y el mayor o menor deterioro de las economías impondrán el ritmo de reconstrucción.

Nada está escrito en piedra, y todo puede volver a cambiar si la experiencia de apertura fracasa. Pero al menos es una hipótesis a considerar. No sea cosa que otra vez nos enfrentemos a un cisne negro, solo que al revés.

Copyright W & Guillermo Oliveto.